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Las Organizaciones Empresariales en el siglo XIX


La Industrialización y las Organizaciones

El proceso de industrialización, iniciado en Gran Bretaña durante las últimas décadas del siglo XVIII, se extendió durante la primera mitad del siglo XIX a gran parte de Europa Occidental y a Estados Unidos; entre los años de 1850 a 1914, se expandió la industria, hacia nuevas áreas geográficas como Canadá, Japón, Australia y Europa Central y con nuevas áreas de producción como el petróleo, el acero y los productos químicos.  La electricidad introdujo un enorme avance en la mecanización y automatización de la producción industrial, y con ella, una nueva organización del trabajo basada en el control del tiempo del trabajo por cada operación, la producción en serie y la cadena de montaje, lo cual a su vez generó nuevas estructuras organizativas empresariales y de negocios.

La expansión y los beneficios obtenidos del comercio internacional y los derivados del aumento de la productividad en la industria, proporcionaron los medios para la configuración de las nuevas sociedades capitalistas, de tal manera que el capitalismo familiar cedió lugar al capitalismo monopolista; creándose grandes compañías, se organizaron las fuerzas patronales y se  Estados.

En el siglo XVIII coexistieron diversas formas de organización de la industria, predominando los pequeños talleres artesanales urbanos y rurales afiliados o no a gremios, que controlaron la oferta, establecieron las condiciones para poder entrar en el oficio y reglamentaron los precios y los salarios.  En la medida en que avanzó  la industrialización se complejizó la estructura organizativa hasta llegar a los complejos monopolios, trust, carteles y multinacionales del siglo XX.

Las Manufacturas

A medida que se ampliaron los mercados aumentó la demanda de productos y con ellos la necesidad de elevar la producción, lo cual incentivó las mejoras técnicas para hacer más eficiente el proceso.  La introducción de las nuevas máquinas fue paulatinamente desplazando a los artesanos, que se convirtieron en asalariados rasos.  De otro lado, la revolución agrícola había dejado muchos campesinos sin tierra, que se vieron obligados a migrar a las ciudades a ofrecerse como mano de obra; así se difundió masivamente la producción asalariada.

Mientras tanto, los comerciantes seguían incrementando su capital e invirtiendo en las manufacturas, siendo éstas un conjunto de pequeños talleres individuales o barracas, que trabajaban para un empresario capitalista.  Allí había una división del trabajo por habilidades de los obreros y el proceso de elaboración de los artículos seguía siendo predominantemente manual.  Los productos que se elaboraban con más frecuencia eran las telas estampadas, porcelanas, loza fina, cristal o tabaco.  Algunos talleres alcanzaron un gran tamaño, aproximadamente el millar de operarios o más.

Las manufacturas tenían sus redes de artesanos dispersos por la ciudad o en los campos, realizando operaciones no especializadas, como la hilatura. La concentración permitió establecer una mayor vigilancia y disciplina en el trabajo y permitió la división de tareas; iniciándose la reorganización del proceso productivo, mejorando la productividad y en consecuencia elevando la producción.

Con la llegada de la maquinaria mecánica, cambiaron los métodos de producción y apareció la fábrica que agrupaba obreros en gran número.  Los mercaderes fabricantes optaron por agrupar en un mismo edificio a los obreros que trabajaban en la elaboración de determinado producto, para vigilarlos y para ahorrar el transporte de los materiales de un operario a otro, durante las diferentes etapas de producción; entonces, los fabricantes utilizaron un local único y personal disciplinado.  Los dueños de estas fábricas eran industriales.

En las fábricas se producían diversos artículos de forma mecanizada y cada  tarea se dividía en operaciones diferentes, individuales o colectivas.  La división de las operaciones, la división del trabajo y la organización de la tarea constituyen el sistema de fabricación.
En principio la fábrica entendida como el conjunto de operaciones; la maquinaria, el edificio y los materiales pertenecían a una persona o a una familia que suministraba el capital y administraba la empresa.

A la concentración productora se le sumó la concentración geográfica; inicialmente las fábricas estaban en cercanías de los ríos por ser necesaria el agua para la marcha de las máquinas.

Cuando se introdujo la máquina de vapor de Watt, en reemplazo de las caídas de agua como energía impulsora, las fábricas empezaron a concentrarse cerca de:

  • Los expendios de materia prima.
  • Los mercados donde se vendían los productos.
  • Los centros de población donde se reclutaba la mano de obra.


La concentración generó  la creación de complejos industriales y la especialización por espacios geográficos. Esta nueva estructura concentrada generó la necesidad de un esquema de administración mucho más sofisticado que permitiera organizar y administrar eficientemente la empresa; lo cual exigía la contratación de personas calificadas que hiciera las veces de directores, gerentes y  técnicos encargados de organizar y vigilar el desarrollo del proceso.

Hasta principios del siglo XIX, la industria que dominaba era la textil y constaba de unidades de producción de tamaño relativamente  pequeño, pero  el desarrollo de la industria pesada como la naval, la maquinaria agrícola, la siderúrgica, la metalmecánica y la agroquímica requirieron  alta concentración de mano de obra e inversión de grandes capitales, que obligaron a la sustitución de las anteriores empresas de dirección individual y familiar, por empresas de acciones.  Por la magnitud de la inversión se requirió el aporte de varios empresarios, que formaron compañías participadas o sociedades, cuyos capitales eran obtenidos a través del mercado financiero con la emisión de acciones.

Las sociedades anónimas  estaban compuestas por un elevado número de personas, que a veces ni siquiera se conocían.  Su participación  en el capital de la empresa se hacía a través de la compra de acciones o títulos de propiedad y el reparto de los beneficios se hacía de forma proporcional al número de acciones compradas.  En caso de quiebra de la compañía, la responsabilidad quedaba limitada al valor de las acciones y no a sus bienes particulares.  Cada acción tenía un carácter transferible, podía ser comprada o vendida, y su valor se fijaba siguiendo el juego del libre mercado: si la empresa gozaba de beneficios, las acciones aumentaban su valor o cotización; si, por el contrario, acumulaba pérdidas, bajaban.  El lugar donde se realizaban y se realizan aún estas transacciones se llama bolsa o mercado de valores.  Las sociedades anónimas se generalizaron en la segunda mitad del siglo XIX.  Hasta entonces la sociedad más común era la de responsabilidad ilimitada, en la que el inversionista respondía con sus bienes particulares.
Actividad:

  • ¿En qué se diferencian los talleres de manufacturas de las fábricas mecanizadas?
  • Realiza una secuencia gráfica de la evolución que ha tenido la industria?


Estas nuevas sociedades capitalistas se vieron favorecidas por el incremento del comercio internacional y por las políticas implementadas por los gobiernos como en los casos de Francia y Alemania.  Una de las primeras grandes compañías mercantiles de Gran Bretaña fue la Compañía de las Indias Orientales de Holanda y de Inglaterra, que controlaba el comercio con Asia y África, desarrollaba múltiples actividades, poseía un Ejército propio de 150.000 hombres y contaba con cerca de 2.000 accionistas.

La organización de las nuevas sociedades capitalistas motivó la organización del sistema bancario, encargados de movilizar grandes recursos financieros a través de su clientela.  La banca de origen medieval  actuaba como lugar de depósito de dinero, tuvo que evolucionar hacia la banca de negocios, contribuyendo al financiamiento de las empresas mediante el otorgamiento de créditos, compra de acciones a empresas, y como intermediarios en la colocación de acciones a sus depositarios. 

El Lloyd Bank inglés fundado en 1865; el Crédit Mobilier francés, en 1852 y el Diskintogesellschaft alemán, en 1851 fueron los grandes bancos impulsores de las empresas capitalistas y los modelos de banco de negocios, con inversiones dentro y fuera de sus países de origen.

A partir de 1870, con la libre competencia, el proceso de concentración y centralización  de capitales se intensificó, sobre todo en la industria pesada, y nuevas formas de organización empresarial se constituyeron, generando modelos monopolísticos: trust, holdings, cárteles, fusiones y oligopolios, etc.

Un monopolio es el privilegio exclusivo que tiene un individuo o empresa para la venta, la fabricación o la explotación de un bien o servicio y para que sea eficaz no puede existir ningún tipo de producto sustituto o alternativo para el bien o servicio que ofrece el monopolista y no debe existir el mínimo riesgo de entrada de otro competidor en ese mercado.  Esto permite al monopolista el control de los precios.

Actividad

  • Consulta en qué consisten los modelos monopolísticos: trust, holdings, carteles, fusiones (con el tipo de fusiones) y oligopolio.
  • Elabora una caricatura que represente los aspectos positivos de los monopolios y otra que represente los aspectos negativos de los mismos.
  • Indaga sobre las características del taylorismo desarrollado por Frederick Winslow Taylor; en la actualidad se aplica esta tendencia.