Si conversamos, leemos o gesticulamos estamos entregando un mensaje que otro descifrará. A este mensaje llamamos texto, aunque no esté escrito, pues cada vez que nos comunicamos elaboramos una idea que pueda ser entendida por nuestro receptor.
Comunicación cotidiana oral o escrita: es la forma de comunicación más habitual. Se produce cuando conversas, escuchas a tu profesor o escribes una carta.
- Carola ¿Por qué no viniste al colegio hoy día?
- No sonó el despertador y nos quedamos todos dormidos.
- Perdiste. Hoy no tuvimos clase, nos llevaron al teatro.
- No te creo. ¡Te encanta sacarme pica, Roberto!
En este diálogo apreciamos que, al comunicarnos, podemos referirnos a experiencias reales o imaginadas.
El contenido de la conversación telefónica entre Roberto y Carolina nos muestra que para comprender adecuadamente el significado de lo que se dice; el emisor y el receptor deben compartir un conocimiento más amplio de la situación. Seguramente, Carolina sabe si lo que Roberto le comunica es cierto o no; nosotros no lo sabemos.
En un texto escrito a hurtadillas en la sala de clases, al igual que en el diálogo anterior, el lenguaje, también, es principalmente un instrumento que está al servicio de nuestra necesidad de comunicarnos.
Textos científicos y de divulgación de conocimientos: tienen el propósito de dar a conocer el resultado de la investigación científica o informar al lector sobre materias específicas:
"La arquitectura es el arte de proyectar y construir edificios. Su fin principal, satisfacer las necesidades de albergarse que tiene el hombre. Sin embargo, aunque su propósito es ser útil, se la considera un arte, porque el arquitecto se preocupa también de la belleza de sus construcciones".
En este párrafo, el emisor comunica al receptor qué es la arquitectura. Es decir, nos entrega una definición. Su propósito es informar, divulgar conocimientos.