Si el siglo XVIII fue el de la razón, el siglo XIX fue el del progreso; El capitalismo y la revolución industrial del XVIII se evidenciaron en la Europa del siglo XIX, apareciendo la ciencia y la razón como generadoras de progreso.
Principios científicos y sociales que se vincularon con la idea de progreso y que sirvieron para fundamentar el capitalismo y el imperialismo europeo:
El mito del progreso
En el siglo XIX, la esperanza del ser humano se puso en la ciencia que sustituyó a Dios al explicar el mundo y el progreso infinito. Según esta idea una vez se entrara en la ciencia, el desarrollo científico no tendría fin; los
El padre del positivismo fue Auguste Comte, definió positivismo como “todo aquello que designa lo real frente a lo quimérico, lo útil frente a lo ocioso; la certidumbre frente a la indecisión; lo preciso frente a lo vago; lo positivo frente a lo negativo, lo relativo frente a lo absoluto”. La ciencia positiva consiste en observar, medir, comparar y verificar las observaciones medidas.
Comite estableció unas jerarquías del saber, donde las matemáticas y la física, por ser las disciplinas más antiguas y complejas, eran la base de todo el conocimiento. La ciencia se incorpora a los procesos productivos en función del entramado capitalista y al servicio del progreso. Así, la ciencia como parte del sistema social, es una herramienta útil y eficaz que permite al ser humano dominar la naturaleza y ponerla a su servicio.
La segunda característica del positivismo es la incorporación del elemento histórico; este enfoque permitió poner en duda la creencia de un mundo preestablecido e inmutable guiado por un ser supremo y se aplicó el evolucionismo desarrollado por Charles Darwin.
En términos biológicos, el evolucionismo es un proceso que conduce a una mayor complejidad, basado en la lucha permanente de las especies por la existencia; y por esto consideraron que a partir de esta concepción el hombre, por medio de la razón, logrará dominar el mundo, la naturaleza y la técnica, iniciando una etapa indefinida de progreso. El progreso se convirtió en mito; muchos pensadores del siglo XIX constatan que el progreso trae destrucción y que podría llevar a un final catastrófico.
El Darwinismo Social
Durante el siglo XIX, el darwinismo influyó en la formación y difusión de la imagen científica del mundo. Antes se creía que las especies fueron creadas por Dios (inmutable).
Darwin, en sus obras, comenta como todas las especies evolucionan a partir de las formas más simples, en un proceso de selección natural. Según él, la evolución es la supervivencia de los más aptos, es decir aquellos con mejores características que logran mutar para adaptarse al medio. Así, a través de millones de años, las especies cambiaron de formas unicelulares hasta llegar al ser humano.
Las ideas de Darwin se fundieron con las de Comte en la obra de Herber Spencer (1820-1903) que extrapoló la ley evolucionista al desarrollo de las sociedades y estableció las leyes generales del progreso humano. Trasladó la “supervivencia del más apto” al plano social, con lo cual justificó la conquista y subyugación de un pueblo a otro, pues esta era consecuencia de la selección natural y no había otra alternativa histórica.
De esta manera el socialismo social legitimó la política Imperial, definiéndola como el resultado de las leyes naturales de la evolución evidenciadas en las sociedades humanas. Así, términos como “la lucha por la existencia”, “supervivencia del más apto” o “selección natural” aplicados a lo social dieron base “científica” a ideas como el colonialismo, la guerra, la esclavitud y la explotación, con base en la superioridad de la raza “blanca” sobre las “culturas salvajes no occidentales”.
A finales del siglo XIX se inicia la carrera imperialista entre las potencias para apropiarse de regiones ricas en materias primas, abrir nuevos mercados y conseguir mano de obra barata. En 1885 en Berlín, las potencias europeas se repartieron los espacios africanos. Así que el razonamiento evolucionista justificó el proyecto expansionista de las potencias europeas.
En las últimas décadas del siglo XIX surgió la corriente antipositivista que consideraba que las personas caminaban hacia su propia destrucción, mostrando el desprecio por la razón, el progreso y el determinismo. Se interesó por los problemas de la conciencia y de la duración de la vida humana.
Este nuevo enfoque tiene su base en el romanticismo de comienzos del siglo XIX, el resultado fue el nacimiento de la psicología y de la sociología moderna, a las cuales contribuyeron Nietzsche, Durkheim y Freud.
Para Nietzsche (el más influyente crítico de la racionalidad y la modernidad) la causa principal de la decadencia tanto del ser humano como de la sociedad occidental fue la creencia exagerada en la razón a costa de la creatividad; Sigmund Freud contribuyó al entendimiento de la conducta humana a través de la teoría del psicoanálisis. En la sociología, Durkheim negó la idea del progreso.