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Siglos XVIII - XIX Asia y África


Esta historia está íntimamente ligada al imperialismo europeo.

En el período de 1870 a 1914, el desarrollo de la ciencia y la tecnología y la ventaja militar permitió a los europeos y norteamericanos su expansión  regiones que todavía no habían tocado.

El cristianismo que recibía duros golpes desde el siglo XVII, prefirió conquistar nuevas tierras.  Así que, junto con las misiones militares  llegaban las misiones religiosas predicando el evangelio en lejanas tierras asiáticas y africanas; logrando la cooperación de los líderes políticos locales, logrando el control total. Esto dejó, sociedades fragmentadas y saqueadas económica y culturalmente, avasalladas sus instituciones religiosas; rotos sus nexos con su pasado cultural y expoliados de sus recursos naturales.


En el caso de África, su población ayudó a la consolidación económica de los europeos y los norteamericanos, causando disminución de la población; aunque también disminuyó esta disminución las enfermedades endémicas como la malaria, la enfermedad del sueño y enfermedades virales e infecciosas como el sarampión y la viruela.  Sólo en las colonias del Cabo, Natal,  Transvaal y Rodesia se presentó un pequeño aumento de la población a causa de la llegada de los europeos, especialmente los británicos y a partir de mediados del siglo XIX.

Los europeos persuadieron a los jefes locales y los mercaderes africanos que se vincularan al  comercio de esclavos a cambio de armas de fuego y mercancías europeas; entonces, ellos organizaban sus propias cacerías, sometiendo tribus y aldeas para entregarlas como esclavos.  Este sistema fue tan lucrativo que entre los siglos XVII, XVIII  y XIX, en las selvas del Golfo de Guinea y en el Valle del río Zambeze florecieron Estados con una rígida organización milita, cuyo propósito era  la cacería y venta de personas; deteriorando las relaciones entre los diversos Estados y reinos, formando guerras  permanentes.

A comienzos del siglo XIX, los portugueses, holandeses, españoles, franceses, ingleses y británicos establecieron puertos comerciales.  Desde 1880 inició la disputa por África entre las potencias, a principios del siglo XX, había sido repartida entre Francia, Gran Bretaña, Alemania, Portugal, Bélgica, Italia y España.

En los países asiáticos, en los siglos XVIII y XIX, la situación era conflictiva pero sostenible.  Las sublevaciones de tipo feudad en India y las revueltas campesinas en China eran muy comunes; fue la intervención imperial de las naciones occidentales, quien sacó a los orientales de su letargo de siglos.

En el caso de China, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, estaba aislada, sólo a los holandeses se les reconocía el derecho a comerciar en la provincia de Cantón y las relaciones comerciales con Rusia se mantuvieron por vía terrestre.  En el caso de los ingleses, que eran los de mayor frecuencia en China, sólo lograron acrecentar su comercio industrial  con China, durante el siglo XIX.

Otro conflicto fue que el opio era exportado por la compañía de las Indias Orientales a China, para usos medicinales, como en el siglo XVIII, su uso se generalizó, los gobernantes chinos consideraron que el opio era un factor de desorganización social y prohibieron su comercio y consumo. Como consecuencia, las relaciones diplomáticas y comerciales entre China y Gran Bretaña se vieron afectadas, ya que los ingleses continuaron introduciendo clandestinamente el producto.

En 1840, después de fracasar las negociaciones, iniciaron los enfrentamientos entre las tropas chinas e inglesas, China perdió la guerra y en agosto de 1842 se firmó el tratado de Nanking que puso fin a la guerra del opio.  En este tratado, Hong-kong pasó a ser colonia inglesa y se habilitaron cinco (5) puertos para el comercio permanente con Inglaterra.  Además, China tuvo que pagar cuantiosas indemnizaciones a Inglaterra y reducir las tarifas de aduana.  En 1858, ante la amenaza de una nueva guerra con Inglaterra y Francia, el gobierno feudal firmó el tratado de Tientsing, con el cual se abrieron once (11) puertos más a los occidentales y se legalizó la importación del opio. Luego, Estados Unidos, Francia, Rusia, Japón y otros países obligaron al gobierno a firmar tratados iguales y se repartieron el territorio chino a través de “cesiones” y “zonas de influencia”.

En 1851, Hong Xiuquan dirigió la revolución del Reino Celestial Taiping, logrando derrocar a la dinastía Manchú e instaurar una nueva monarquía; se estableció la reforma agraria y se propuso la igualdad entre hombres y mujeres.  En 1856, los conflictos internos dividieron el movimiento, pero se dio una nueva etapa de revolución, en 1857 en contra de los feudales manchú.  Los ingleses y franceses ayudaron a los manchú y a  los feudales a reprimir a los revolucionarios. Los últimos taiping fueron eliminados en 1868.

En 1894 Japón atacó China y esta fue fácilmente derrotada, ocupando Japón las islas de Formosa y Corea; Estados Unidos reclamó  una política con igualdad de oportunidades para todos.  Después de la derrota de China, entre 1897 y 1898, Alemania, Rusia, Francia e Inglaterra se apoderaronde los territorios que aún no habían sido adjudicados y lograron del gobierno concesiones para la construcción de ferrocarriles.

Los chinos cansados de las invasiones, les creció un sentimiento nacionalista que los llevó a sublevarse, nuevamente, contra las agresiones occidentales y japonesas.

Entre 1899 y 1900, se dio la rebelión bóxer, que igualmente fue sofocada por tropas británicas, francesas, alemanas, rusas, italianas, japonesas y americanas.  Los líderes nacionalistas fueron sacrificados y China tuvo que pagar indemnizaciones a los gobiernos extranjeros.  El fracaso de los levantamientos se dio por la falta de un programa y un liderazgo innovador y fuerte; tuvieron que esperar hasta el siglo XX para lograr su emancipación y una transformación política radical a través de la Gran Revolución Comunista.

En Japón las revoluciones campesinas eran endémicas desde el siglo XVIII y desde el siglo XVII, también había cerrado sus puertas a los extranjeros. El poder estaba centralizado desde el  siglo XVII en el shogunado, régimen militar feudal de la familia Tokugawa; su economía estaba basada en la producción de arroz y tenía un sistema monetario organizado, que ponía a Japón puertas al capitalismo industrial, pero la sociedad feudal representaba un obstáculo.
El sistema feudal estaba formado por una clase, de grandes señores, que dominaba el mundo rural, los daymio y se hallaban rodeados de los samuráis, la nobleza baja.  En las ciudades,  la burguesía comerciante que se fue fortaleciendo con las naciones occidentales industrializadas  que establecían vías para sus productos, en los mercados orientales.

Para los burgueses era cada vez más hostil el sistema feudal y los campesinos descontentos, aumentando los problemas del shogunato.  Para los samuráis era insostenible el aislamiento y se asociaron con los comerciantes que buscaban fijar las bases de un capitalismo industrial, el proceso no fue pacífico.  El episodio más violento fue la rebelión del clan Satsuma que terminó con la posesión del emperador Meiji.  Esta transición se dio sin ayuda del pueblo como en China e India.

En 1853, el gobierno japonés, por presión  de las potencias occidentales, habilitó sus puertos para el comercio con el extranjero. A partir de esto, se inicio la modernización política, económica e industrial, sirviéndose de los mejores elementos occidentales.  De Francia copiaron el sistema legal; de Gran Bretaña, la marina; de Estados Unidos, el sistema de negocios y de Alemania la máquina militar, el gobierno y el sistema de educación autoritario, llegando a ser un Estado moderno y una potencia en lo industrial, militar e imperialista.

En el siglo XVIII, India vivió la caída del Imperio Mongol, entrando en un período de luchas por el poder sin concretar la unión política.   India era un mosaico étnico y lingüístico donde las fuerzas se atomizaban  en poderes locales, que en apariencia, le daba fragilidad; pero siendo muy receptiva a los extranjeros mostró mayor capacidad de resistencia cultural.
Las dos (2) religiones  más poderosas en India, eran el hinduismo y el islam que actuaron como guardianas del orden social.

Desde el siglo XVIII, los ingleses y franceses iniciaron la disputa por el territorio indio.  En 1799, los ingleses a través de la Compañía Inglesa de las Indias Occidentales tomaron el dominio de la zona sur, Maïsour; luego se apoderaron  de la región más rica de la cuenca del río Ganges y posteriormente, aprovechando las rivalidades entre poderes locales, a través de la firma de diferente tratados, entre los años 1802 y 1803 como los de Bassein, Deogan y Arjangaon, consiguieron el control del centro de la península.  Sólo permanecieron independientes Cachemira, Sindh y el Punjab.

Durante su estadía en la India, los colonizadores trataron de educar a los indios según los principios occidentales: les enseñaron inglés, intentaron desterrar sus supersticiones y los usos sociales inconvenientes y los iniciaron en el cristianismo.

En 1857 estalló una insurrección de cipayos cerca a Delhi, 60.000 cipayos se alzaron y fueron  apoyados por campesinos, artesanos y algunos príncipes que habían sido despojados de sus tierras por los ingleses. Los ingleses con la ayuda de señores feudales, se demoraron dos (2) años para dominar la rebelión, después de la cual liquidaron la Compañía de las Indias Occidentales; así que la administración de India estuvo en manos de los ingleses.  En 1877, la reina Victoria de Inglaterra fue declarada emperatriz  de India y se consagró su anexión legal  como colonia del imperio inglés.

En ese tiempo, millones de campesinos murieron por la peste, la cólera y el hambre. 

Reformadores como el hindú Ram Mohun Roy (1772-1833) y el musulmán Syed Ahmad (1817-1898) quienes deseaban conocer de occidente y difundir sus lecciones entre la gente; sus discípulos lograron gobernar India Independiente y situarla en el camino del progreso moderado.