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El Capitalismo en el Siglo XIX



El Funcionamiento del Capitalismo

El capitalismo es una forma de producción que fue desarrollándose poco a poco desde el fin de la Edad Media para instituirse entrando al siglo XX; así que los factores que debilitaron el sistema de producción medieval fueron los primeros gérmenes del sistema de producción capitalista.

El Medievo tuvo grandes desarrollos en la cantidad y calidad de la producción agrícola con la adopción de métodos más efectivos para la rotación de las tierras fértiles y el uso de animales domésticos y herramientas más adecuadas que permitieron  aprovechar al máximo el potencial de la tierra.  La mayor producción agrícola produjo cambios importantes en el modo de vida medieval: la población, mejor alimentada, tuvo un crecimiento importante; los excedentes de producción agrícola sirvieron le permitieron a los campesinos lograr independencia frente a los señores feudales y ser personas libres, dedicadas a actividades artesanales en ciudades y pueblos.

Con la mano de obra libre se conformaron conglomerados de artesanos y se desarrollaron actividades como las de producción de textiles, la metalurgia y la utilización de molinos, entre otros.  Así mismo, los artesanos implementaron numerosos adelantos técnicos, pues ya existía la certeza de que la naturaleza y sus fenómenos no eran inexplicables ni inmodificables y que el ser humano podía sacar provecho de ella si experimentaba lo suficiente.

El cambio de mentalidad, frente a lo práctico se acompañó con un cambio decisivo, en la religiosidad del ser humano medieval europeo.   Para muchos la Iglesia Católica tradicional estaba llena de vicios que no eran acordes con el espíritu del catolicismo; entonces grupos reformistas querían que las personas llevaran una vida religiosa de acuerdo con sus convicciones interiores.  Cada persona debía llevar  una vida según el ideal del monje, una vida en la que el trabajo arduo y las costumbres austeras le permitieran acercarse a Dios; de esta forma el trabajo y la riqueza que éste generaba, ya no eran condenados por la religión.

Así, factores como la expansión agrícola y artesanal y el cambio de mentalidad práctica y religiosa impidieron que los factores feudales pudieran conservar el tradicional sistema de producción con siervos en sus dominios; esto sirvió para darle más autonomía al pueblo que era ahora el dueño de su fuerza de trabajo y con la que se construirían ciudades de artesanos.


Como el final  del Medievo fue un período rico en producción de bienes agrícolas y artesanales, diferentes regiones fueron especializándose en la producción de distintos tipos de estos artículos.  Esto relanzó el comercio marítimo y terrestre entre las regiones europeas que intercambiaban  bienes locales por extranjeros; así que la apertura de mercados y rutas comerciales, entre el norte y el sur de Europa, y entre ésta y el Oriente, a través del Mediterráneo, era un hecho.  Los comerciantes individuales fueron reemplazados por compañías y sociedades comerciales con sedes en distintas ciudades europeas, inaugurando una época de gran movimiento comercial en el Viejo Mundo.

Las mejoras e innovaciones artesanales también tuvieron consecuencias  en la industria marítima, mejorando la capacidad de navegación y la estabilidad de los barcos, permitiendo la búsqueda de nuevas rutas de intercambio a los comerciantes europeas quienes establecieron relaciones con poblaciones de las costas africanas y otros pueblos de Oriente y en la búsqueda de nuevas rutas encontraron  el Nuevo Mundo que terminaron siendo, en muchos casos, sus colonias.

De esta  manera, los descubrimientos al otro lado del Atlántico proporcionaron nuevas y más abundantes materias primas que dieron gran impulso a las nacientes en Europa, a la vez que sirvieron de nuevos mercados para su producción artesanal; igualmente la gran abundancia de metales preciosos encontrados en América sirvió  para reanimar el crecimiento de los precios y el de la economía europea.

Comerciantes y descubridores fueron quienes depositaron el dinero generado por sus transacciones en bancos privados, que se fortalecieron  por las necesidades de los primeros por atesorar sus ganancias o de financiar sus empresas a través del préstamo.  De esta forma, los puertos comerciales sirvieron para la creación del sistema financiero europeo.

Luego, las grandes cantidades de oro y plata de las colonias españolas y portuguesas aumentaron las reservas de metales utilizados como moneda en Europa; claro que parte de ese metal debió  ser enviado a Italia, Alemania, y los Países Bajos para pagar las deudas (financiamiento de deudas y aventuras) en bancos extranjeros de España y Portugal.

Así, la Europa del final del Medievo se preparaba para el nacimiento del sistema de producción capitalista.

El sistema capitalista surgió como consecuencia del cúmulo de transformaciones que se estaban presentando, siendo Inglaterra testigo de un cambio productivo a finales del siglo XVIII que se expandió con fuerzas a otros países aunque en condiciones diferentes.

A finales del siglo XVIII, Inglaterra tenía una actividad industrial más importante que el comercio y la agricultura, y había un uso extensivo de maquinaria, se utilizaban como fuentes de energía los combustibles y se usaban materias que no eran de la naturaleza. 

Entonces, a finales del siglo XVIII, Inglaterra fue reduciendo los trabajadores del sector agrícola, 3 de cada 10 se necesitaban para satisfacer las necesidades de alimento de los ingleses porque se mejoró la rotación de cultivos y el uso de abonos y fertilizantes, etc.  Estos trabajadores desocupados pasaron a actividades manuales ligadas a la industria naciente; campesinos ricos, compraron manufacturas, ampliando el mercado de estos bienes y dando impulso a la industria.

Otro factor determinante del crecimiento industrial inglés fue el establecimiento y organización del sistema financiero; además de la creación del Banco  de Inglaterra en Londres, bancos rurales privados permitían el acceso a préstamos y dinero de pequeños industriales y consumidores, además,, este dinero sirvió  para la financiación de empresas privadas y para la construcción de infraestructura.  Una importante construcción de infraestructura fue el establecimiento de un sistema de transporte y comunicaciones por parte del gobierno; el movimiento de mercancías voluminosas y de bajo valor, como los granos, la madera, el carbón y minerales, requerían un transporte barato y confiable.  Inicialmente se desarrollaron rutas fluviales y puertos  que servían de conexión entre el campo y las ciudades, y entre éstas y el resto del mundo, por estas rutas se intercambiaban diferentes bienes industriales, se abrían nuevos  mercados; con el tiempo los canales fluviales fueron insuficientes, así que se dio paso a la mejora de las rutas terrestres y más tarde a los ferrocarriles y desbancó unos años carreteras y canales.

A la sazón, la disponibilidad de los trabajadores rurales haciendo actividades manuales y la reducción de las distancias entre los centros productivos y los de consumo permitieron la concentración de factores productivos significó un avance estratégico  en la formación de las industrias.  De todo esto, resultó un sistema de organización del trabajo que posibilitó el ahorro de tiempo y costos.  La mano de obra estaba ahora separada en diversos oficios en los que cada trabajador se especializaba, mejorando la producción.

Las fábricas nacieron antes que las grandes maquinarias.  En Inglaterra y Francia, muchos pequeños comerciantes-empresarios ya se habían convertido en patronos de trabajadores organizados en fábricas.  Pero la concentración de trabajadores y de elementos industriales no constituyó un fenómeno realmente transformador sino gracias al triunfo de las máquinas que expresaron  la innovación técnica del final del Medievo porque permitió reproducir más rápidamente, pero su introducción en la industria fue lenta.  Primero lo hizo la industria textil, luego la metalurgia y una de las últimas introducciones de la época fue la máquina de vapor y con la incorporación tardía de estas máquinas se impuso la gran industria capitalista.

El impresionante desarrollo de la industria de los tejidos en Inglaterra durante los siglos XVIII y XIX es un ejemplo de la aparición de la industria capitalista; la construcción de vías de comunicación, junto con la presencia colonial inglesa, hizo posible tener grandes cantidades de algodón a precios convenientes.  Una sucesión de inventos y máquinas para la industria  convirtieron los antiguos  talleres en verdaderas fábricas.   Los préstamos disponibles en los bancos y las riquezas existentes en manos de algunas personas permitieron la inversión en la compra e instalación de estas máquinas en las fábricas y la disponibilidad de mano de obra y de materias primas fue aliciente para la organización de la industria del algodón de forma capitalista.