En los primeros años del siglo XIX, África se caracterizaba por tener una población que disminuía preocupantemente y por estar segmentada étnica y políticamente; también tenía una lenta incursión del capitalismo y la política de los europeos.
El principal problema económico en la mayor parte del norte de África, en el primer tercio del siglo XIX era la disminución de la población y la decadencia económica, asociada a este fenómeno; las sequías y epidemias se contaban entre las causas de la crisis de la población, lo que permitió a los franceses invadir esta región a mediados de este siglo. Egipto escapaba de esta crisis de la población, excepto en lo referente a la economía pero mano de obra barata (a veces esclavos sudaneses), buen transporte por el Nilo y adopción de medios de producción europeos, hicieron crecer la industria de los tejidos en Egipto en la primera mitad del siglo XIX.
En las sabanas del occidente de África, los europeos llegaron al final del siglo XIX, mientras tanto había luchas internas entre las segmentadas poblaciones de la región por la dominación política, y sobre todo religiosa. Tribus del norte propiciaron batallas seguidas para implantar el Islam como religión imperante. La unificación política generada por la invasión, donde se generó, produjo prosperidad económica, basada en la agricultura del mijo y el sorgo alrededor de las ciudades y en el comercio de esclavos; estos se desempeñaban como porteadores, artesanos, comerciantes, sirvientes domésticos, soldados, concubinas y tenían ciertos derechos que la religión islámica les atribuía junto con un pequeño salario. En las poblaciones de los bordes del desierto del Sahara se dio un comercio importante.
En el sur africano, la escasez de tierras llevó a una gran lucha entre poblaciones, cuyo vencedor fue Shaka, guerrero de la tribu de los Zulúes, quien unificó militarmente, no económicamente, a la región; el orden económico se estableció con la colonización de los ingleses en la Colonia El Cabo para controlar las rutas comerciales hacia Oriente. Las necesidades de producción, consumo y servicios de esta población requirió mano de obra local, reviviendo el esclavismo (en teoría estaba sancionado), la población se dedicó a trabajar en las plantaciones de caña de azúcar y en el cuidado de ovejas y otras actividades agropecuarias, sin posibilidad de educarse. Con el tiempo el aprendizaje de mejores técnicas productivas de la población local dio prosperidad e independencia a unos pocos africanos, quienes empezaron a producir bienes agrícolas y ganado pero esta independencia cesó, una vez se descubrieron minas de diamantes en 1867 otra vez los negros fueron relegados a las duras labores de braceros en las minas de diamantes.
En el Oriente africano, los primeros años del siglo XIX pasaron entre luchas e intercambios comerciales entre poblaciones segmentadas de la región; cada una era una especie de señorío y los intercambios hacia afuera de la región, se limitaban al comercio del marfil. El comercio interno y externo generó una división del trabajo entre comerciantes, cazadores, soldados, porteadores, labores agrícolas, esclavos cautivos de las guerras tribales. La producción agrícola constaba de maíz, yuca, arroz, etc., pero las minas de minerales marcaron la economía y el comercio en el futuro.
Durante los últimos 30 años del siglo XIX, Francia, Inglaterra, España, Italia, Alemania y Bélgica se repartieron casi la totalidad del territorio africano y fundaron colonias, motivados por razones políticas, militares y económicas. África significaba la esperanza fácil de encontrar grandes riquezas minerales, el control de las costas africanas era crucial para el comercio dentro del Mediterráneo y hacia la India y la invasión de África era una buena excusa para probar la capacidad tecnológica, en aspectos especialmente militares, pero también productivos, generada por el avance del capitalismo en el territorio europeo.
Por lo anterior, la economía colonial africana tuvo como característica principal la falta de planificación de parte de los gobiernos europeos, estos dejaron la iniciativa económica en manos de los colonos empresarios, contribuyendo sólo con la construcción de infraestructura (puertos, vías, ferrocarriles, etc.) en contraprestación al cobro de impuestos; todo lo que hicieron los gobiernos fue con gran brutalidad.
Los colonos empresarios produjeron bienes de consumo con ventajas naturales que pudieran ser exportados a Europa. Por ejemplo, en Egipto, el gobierno inglés siguió fomentando la producción de algodón; en África occidental, colonizada principalmente por franceses, se multiplicó la producción de productos tropicales, como maní y cacao; en el Congo la producción se especializó en el caucho. Así la producción africana surtió de materias primas a la industrialización de Europa y para el consumo exótico de la misma. Todo se pudo dar gracias a la construcción de vías de comunicación y, especialmente de ferrocarriles; esto últimos hicieron posible la explotación a gran escala de los minerales que fueron el primer recurso económico africano, como el oro, los diamantes, los fosfatos, el estaño y el cobre; los ferrocarriles llevaron a los colonos blancos hasta las tierras más fértiles para apoderarse de ellas y sacar nativos, a partir de ahí se comenzó a producir tabaco y cereales para el comercio internacional.
Por último, el control de la mano de obra era muy importante. Primero el esclavismo, luego se prohibió el tráfico de esclavos y luego no hubo justificación legal para su existencia; muchos esclavos siguieron trabajando para sus amos pero con un estatuto asalariado.