Tendencias generales de la población
Los siglos XVI y XVII fueron el comienzo de una nueva revolución poblacional y definitiva en la ocupación del planeta por los seres humanos. Dicho proceso incluyó tres (3) procesos simultáneos:
En Europa hubo un crecimiento sostenido de la población porque se amplió el área cultivada y se mejoraron las técnicas agrícolas. Estas ciudades crecieron por la migración de la población rural y el fortalecimiento comercial y manufacturera.
En Asia el crecimiento de la población fue fluctuante, pero empezó a progresar, especialmente en China gracias a la utilización de nuevos tipos de arroz en los períodos de paz y hubo crecimiento de la población urbana con el fortalecimiento del comercio (principalmente en el siglo XVII). En India, la población siguió estable y creció en Asia durante el Imperio Otomano.
En África, por falta de información, se han asignado dos (2) posiciones:
En América durante este período es diferente, pues la población descendió, ya que los pueblos indígenas fueron diezmados por la confrontación con los europeos, por ser víctimas de las enfermedades de origen euroasiático y de la esclavitud y el trabajo forzado. Así se redujo la población en un 80% para los comienzos de la modernidad.
Asi mismo los pueblos colonizados de Norteamérica y en el cono sur suramericano, igual que en las islas del Caribe y el litoral sur surafricano, hubo una tendencia al reemplazo poblacional, es decir, la población autóctona fue eliminada o desplazada y sus territorios fueron ocupados por emigrantes europeos y por población esclavizada, la cual tenía prácticas productivas ajenas a estos entornos.
Actores provenientes de Europa occidental configuraron un sistema económico que articuló el mundo bajo un capitalismo mercantil cristiano que determinaría en adelante procesos de ocupación y transformación del espacio en todas las regiones del mundo.
Estos actores no actuaban en forma coordinados, sino como Estados en competencia, con reyes y mercaderes que luchaban entre sí y que construyeron desde el siglo XVI un sistema económico mundial que llegó a articular progresivamente Eurasia, insulindia y América transformando política, económica, cultural y ecológicamente el planeta.
Para construir este sistema de dominación, Europa tuvo que solucionar sus problemas de alimentación y reactivar el comercio que impulsó la navegación; el desarrollo de la navegación y la búsqueda de rutas comerciales marítimas alentaron a los navegantes a hacerse al mar.
Entonces, en el siglo XV, los marinos musulmanes, chinos y europeos se dieron a la tarea de conquistar el océano. Pero fueron los europeos, por ensayo y error, quienes bordearon primero las costas de África occidental, y luego fueron a la India, atravesando el Atlántico. Para finales del siglo XVII, los europeos ya tenían conocimiento sobre las más importantes corrientes de aire del mundo: los alisios, los vientos del oeste y los monzones de Asia y África occidental, y de las principales corrientes marinas, incluyendo los locales y regionales como los del océano Índico, el mar de China y el golfo de México.
Al mismo tiempo, en esta época se estaba construyendo una nueva imagen del mundo. La primera ola colonialista adelantada en América y en los litorales y zonas insulares de África y Asia se apoyaba en la creación de la representación espacial del nuevo mundo. Cada nuevo mapa publicado en Europa, cada nueva carta de navegación, incluían una porción de tierra y los contornos cambiantes de masas continentales, áreas insulares y mares se volvían más detalladas.
Así, los europeos construyeron un sistema mundial que se acompañó con una nueva percepción sobre los espacios planetarios, que se evidenció en la representación cartográfica y la interpretación que dieron a las características geofísicas de los territorios que iban encontrando a su paso y a las formas como los pueblos indígenas construyeron sus espacios.
Durante los siglos XVI y SVII, Europa redujo a América en colonias y las grandes unidades político-territoriales y los imperios estuvieron en África, Asia y Europa.
En Asia, el Imperio chino continuó articulando Asia oriental aunque hubo un cambio de la dinastía Ming a la dinastía Ching; mientras Japón entró en un período de aislamiento bajo el régimen Tokugawa, el cual estructuró territorialmente a las islas de forma similar a la organización impuesta por el feudalismo europeo.
La península del Decán (hoy India), cayó en manos del Imperio Mongol, mientras gran parte del territorio del Imperio Musulmán fue reconquistado por los turcos, lo cual trajo la consolidación del Imperio Otomano en el Mediterráneo africano, Asia Menor, la zona costera occidental de la península arábiga y Europa suroccidental.
En África, los imperios Kongo en África occidental, Gao en Sudán, Monomotapa en África oriental, fueron destruidos por presiones europeas o de pueblos beréberes o árabes; pero sobrevivieron múltiples formas de organización político-social en el interior del continente. Mientras tanto en Europa se inició la consolidación de los Estados nacionales resultados de los regímenes absolutistas y cuyos límites territoriales comenzaron a delinearse a través de guerras permanentes.
En estos siglos, las potencias marítimas estructuraron territorialmente el mundo de otra forma, afianzando los imperios europeos en ultramar: España, Portugal, Holanda, Francia e Inglaterra.
Los territorios se dividieron en mercantiles y en coloniales. Los primeros, fueron sedes de las factorías que cada potencia ubicó en las costas de África y Asia. En algunos casos, las factorías fueron centros de manufactura y en otros llegaron a ser centros de producción de cultivos para la exportación.
La estructuración de los territorios coloniales en América y áreas insulares se llevó a cabo a través de la plantación, el sistema de ciudades y la comunidad de pioneros.
Los portugueses, los franceses y los ingléses; al principio trataron de controlar el territorio con el monocultivo de la caña de azúcar, utilizando mano de obra esclava de origen africano.
El sistema de ciudades fue propio de los españoles, los cuales organizaban el territorio colonizado a partir de la conformación de centros urbanos poblados por españoles o como resultado del agrupamiento forzoso en pueblos indios.
La relación ser humano-naturaleza se encontraban mediados por la religión; de esta manera, muchas de las representaciones de las comunidades que le eran extrañas a la religión, como las condiciones naturales intertropicales, el calor o la humedad, se representaban a través de una analogía con el infierno, donde los animales eran demonios, animales o “hermanos menores” que debían ser humanizados a través de la doctrina religiosa. Esto y el interés comercial hicieron que en el ejercicio de la dominación de los pueblos se incluyera la destrucción de sus formas de relacionarse con la naturaleza y cambios en las prácticas agrícolas, especialmente cuando se trataba de cultivos par el comercio mundial, como el caso del tabaco o de la extracción depredadora de maderas y minerales como el oro y la plata.
La transformación de espacio de las potencias coloniales en ultramar incluyó también el privilegio de especies para el cultivo y la ganadería. Cereales como el trigo, la avena y la cebada fueron introducidos a América; mientras salieron la papa y el maíz para el resto del mundo, y la mandioca para África; incluyendo también el transporte de parásitos, virus y microorganismos.
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