China fue en sus inicios, una ciudad de agricultores que se asentó alrededor del río Hoang-Ho y a medida que fue aumentando su producción agrícola, los campesinos se convirtieron en el sostén económico de la nobleza que vivió de sus tributos y que dedicaba su tiempo a asuntos administrativos. La dinastía que propició la expansión imperial fue la Qin o Chin, hace más de 2200 años, éstos habitaron la región shensi, de donde provino el nombre de China.
Los Qin incorporaron cada vez más territorios al área original, a través de guerras de conquista. Las guerras estimularon el aumento de la producción de alimentos y las mejoras económicas. El crecimiento territorial y económico llevó al Estado a ejerce control sobre la propiedad de la tierra y sobre los ejércitos, que estaban formados por agricultores que prestaban servicio militar obligatorio; construyeron grandes obras públicas como sistemas de caminos y canales de regadío. Para evitar la incursión de los pueblos nómadas del norte de la estepa, construyeron “la gran muralla”, cuya extensión tiene 2000 kilómetros aproximadamente.
Después de los Qin, dominaron los Han (200 a. de C – 200 d. de C.) que se caracterizaron porque fortalecieron la expansión y organizaron el imperio. Durante este período se escribieron leyes y códigos que influyeron incluso en los pueblos “bárbaros” de la estepa. El sistema de administración del Estado y la vivienda religiosa o normas de vida, fueron creados por Confucio.
El confucionismos impulso el culto a los antepasados, el respeto y la responsabilidad hacia las jerarquías familiares y sociales; asimismo estableció que la ley estaba por encima de los funcionarios y los monarcas. La administración pública tenía que estar atendida por magistrados rectos, letrados y justos, preparados para administrar una gran sociedad que abarcaba a nobles, allegados al monarca y humildes aldeanos.
En el siglo III, la incursión de los hunos, pueblo nómada que vivía al norte de la estepa, dio fin a ese período de unificación imperial; peo tres (3) siglos después, otras dinastías lograron de nuevo la unificación de China.
La dinastía Tang (618 – 907) permitió que los terratenientes se convirtieran en funcionarios del Estado, que se conocieron como mandarines; el poder del monarca se consideró como un mandato del cielo, pero el monarca no era considerado dios; esto ayudó a crear una unidad imperial.
Después de los Tang, China estuvo dominada, sucesivamente, por las dinastías Sung, Yuan, Ming y Ching, hasta el año 1911, cuando se eliminó la monarquía imperial por la crisis política de país.