Hacia el año 3500 a. de C. en la región del valle de Mesopotamia (hoy Iraq) surgió una gran civilización, Sumer. El cambio en el sistema de producción con el desarrollo de una agricultura muy productiva, hizo posible el nacimiento en aquel sitio de grandes concentraciones humanas, importantes obras de arquitectura y ricas manifestaciones religiosas, literarias y artísticas.
Durante la primavera, los ríos Tigris y Éufrates inundaban las tierras circundantes y las cubrían de ricos nutrientes que les daba gran fertilidad; pero para aprovechar este fenómeno hacía falta un sistema de drenajes y riegos que necesitaba de trabajadores capaces y de estricta supervisión y control. Es decir, se hizo necesaria una división del trabajo más compleja, lo que supuso un nuevo sistema de producción.
El control y la dirección de los trabajadores los ejercía una clase de sacerdotes y guerreros; éstos gobernaban sobre una gran masa de población formada por siervos que se dedicaban a la agricultura y la artesanía y por último, estaban los esclavos, quienes carecían de todo tipo de derechos y soportaban los trabajos más duros. Los gobernantes obligaban a la población trabajadora a pagar altos impuestos y ofrecerles tributos, lo que les dio la riqueza necesaria para construir templos, edificios y otras obras de arte. Los artesanos debieron especializarse en la fabricación de telas, cerámica y objetos metálicos y nacieron oficios como el de ingenieros, arquitectos y médicos.
La mayor contribución de los sumerios para las civilizaciones posteriores fue la invención de la escritura, que tuvo su origen en una necesidad del sistema económico de esta civilización.
Las primeras agrupaciones de personas estaban en ciudades-templo, es decir, en organizaciones con funciones económicas y religiosas al mismo tiempo, cuyo centro era un templo dedicado a la gloria de algunas de las múltiples divinidades de los sumerios, el que era dirigido por un sacerdote que se encargaba de supervisar los trabajos productivos y de contabilizar el cobro de los impuestos y tributos. Así, el sistema de producción de los sumerios se basaba en el mantenimiento de una jerarquía.
La propiedad del suelo ejercía aquí un papel fundamental; el suelo apto para la agricultura pertenecía al templo y al dios que éste representaba y a su vez los sacerdotes como representantes de ese dios, eran los únicos administradores del templo y, por tanto, de las tierras. Esto daba la posibilidad a los sacerdotes de forzar el trabajo de siervos trabajadores y esclavos quienes, al no poseer ningún medio ni recurso natural para su sustento, debían ganarlo vendiendo su fuerza de trabajo al precio que fuera necesario.